viernes, 6 de junio de 2008

HACIA UN NUEVO TEATRO RURAL

HACIA UN NUEVO TEATRO RURAL

La producción teatral en Hispanoamérica ha sido numerosa y variada, aunque el drama rural haya sido abandonado no solo por críticos, si no por el teatro mismo en su conjunto, me refiero al teatro Argentino. Pero voy a aclarar que los tratamientos de aquel teatro campesino de principios de siglo, con respecto al teatro rural contemporáneo varía enormemente, más teniendo en cuenta la aparición de las nuevas tecnologías y la preocupación no serán tanto los factores climáticos, si no más bien la analfabetización, la manipulación y la falta de reconocimiento a las comunidades aborígenas, y la familia de campo amenazada por un poder político de unicato como ocurre en la Argentina del siglo XXI.
Si hablamos de principios del siglo XX, nos encontramos con dos obras fundamentales que podríamos comparar La Venganza de la Gleba en México y Barranca Abajo en la Argentina. En estas dos obras, de diferentes contextos políticos, geográficos, se unen ambas piezas en un factor común, que las identifica plenamente, la preocupación por el hombre de campo, este será el rasgo principal de un teatro campesino del siglo XX, pero abordado desde el choque entre el criollo y el inmigrante.
Hablar de un teatro campesino que no solo rescata lo tradicional, si no que hay un folclor que se traduce en un teatro popular para aldeas y comunidades que intentan dibujarse así mismas con sus distintas dificultades y obstáculos que en las grandes urbes se desconoce por completo, más en aquella época, en donde en la Argentina, se marcaban las diferencias de clases. Retomando el tema folclórico que ha sido la base del teatro campesino, o como un logo de identidad, o como eje fundamental de donde nace el hombre y sus mitos, o mejor dicho, la revelación de un patrimonio folclórico que solo se puede encontrar en las comunidades que llevan a la práctica este teatro tan particular.
En distintas obras de teatro rural, encontramos el rancho con sus moblajes rústicos, en su variada fabricación según la posicición económica de los campesinos, que por lo general ha sido austera. Esta escenografía está en el centro de la acción, pero no incondicionalmente, porque en muchos casos, por falta de materiales, lo que se ha privilegiado es el drama, la situación en si misma, la estructura y los personajes que caminan sobre esa base dramaturgica simple.
Un dramaturgo importante en este teatro rural, es el Nicaragüense Pablo Antonio Cuadra, que escribe la obra Por los caminos van los campesinos obra que retrata la vida del campesinado de su país, y diríase que siempre el teatro trata temas universales, y el campo ha pasado a ser ese otro tema del que ya no se hablaba en las tertulias literarias, en las charlas de café, en los debates de teatro que se forman con opiniones que difieren, o en los circulos de los intelectuales de izquierda, pero que apuntan al teatro como un centro de igualdad y de integración social. Las herramientas varían según las obras, quizá el rebenque, el látigo, el facón, pertenece más a las dramaturgias rurales de la Argentina, aquella que nos cuesta encontrar en autores sobre todo. Y por otro lado, las herramientas de uso de las mujeres y hombres en las zonas más tropicales como el atavío de la sierra, la macana, etc.
En lo referente al léxico, a lo lingüístico propiamente, encontramos variaciones de acentos según los lugares geográficos, también variaciones de palabras que quizá signifiquen lo mismo, pero se pronuncian o hasta se escriben de forma diferenciada, pero la idiosincrasia es la misma y siempre recae sobre el hombre de campo.
Siempre el habla campesina en el teatro ofrece una riqueza múltiple, que a la vez nos recuerda en donde se desarrolla el drama, o la acción, ya que el lenguaje del campo es imprescindible, no para parodiarlo, para deformarlo y producir un efecto de humor irónico y burlesco que recurre al facilismo y a lo chabacal, si no más bien, para poder creer en lo que vemos, en un teatro más inteligente que se vuelve un espejo de la crisis, para ver y escuchar un texto orgánico, personajes de verdad.
Algunos autores utilizan fábulas de poetas, de cuentistas, se sirven de ellos para reflexionar sobre diferentes temas, pero el cual no profundiza la situación social por la que atraviesan los campesinos o quizá para dejar una suerte de moraleja que le sirve más al autor para revindicarse como tal, o sencillamente invitar a la duda para que el espectador se sirva de esta. Juan Carlos Gené, uno de los pocos autores que se dedico dos de sus obras al teatro rural, se sirve de esas fábulas en obras como El Herrero y El Diablo o A la Diestra de Dios Padre, pero sin lugar a duda, sus obras no llegan a formar parte del teatro revolusionario y rural que si logra Valdez, Campos, Sánchez, entre otros.
El lenguaje popular es lo indispensable para pensar en la zona, y para saber comprender una vida dura en el campesino, sin embargo, algunas obras han resultado más artificiales que rurales, mostrando lo que el autor piensa del campo sin conocer sus necesidades, que es lo que pienso en lo personal de las dos obras de Gené que acabo de nombrar. No es igual con un teatro campesino que apunta más a lo social, en donde lo filosófico puede habitar, pero no sin dejar de nombrar lo que ocurre en aquellos campos solitarios y vagabundos, de lo contrario no será un teatro rural, si no más bien un teatro que solo ahondará en lo simbólico.
Hay un mito falso, que algunos investigadores teatrales lo han manifestado imprudentemente como suele ocurrir generalizando, por ejemplo, algunos siguen pensando que el hombre de campo hace justicia por mano propia, fíjense que subjetivo, porque en la sociedad, toda por igual, existen personas que hacen justicia por mano propia, desde un político, a una ama de casa, digamos que hay una idea muy vaga del hombre de campo, en donde se desconoce su bondad, su nobleza y por sobre todo, su creencia en la familia, digamos la verdad, el hombre de campo es un ser que deposita en la tierra su dignidad, su trabajo y con el, toda su buena fe. También algunos afirman que el hombre de campo es supersticioso, otro terrible horror diría yo que Herminio Neglia enfatiza sobre un estudio psicologico del hombre de campo que social y cultural, porque en verdad, mas que supersticioso yo diría que es un conocedor de historias, de relatos que le han transferido sus padres, sus abuelos, ya que la superstición es un don universal en los seres humanos. Muchos han hecho referencia a la luz mala, a la lechuza de mal agüero, digamos que son mitos en los que creen más los seres urbanos que los mismos campesinos, leyendas antiguas si las hay, porque la lechuza para el campesino es como el delfín para el pescador, esta se come los roedores de los cultivos, permitiendo así, que el campesino ni fertilizante tenga que poner en los mismos. La visión del campo, para escribir sobre este, debe ser globalizadota, pero no con sistemas de arquetipos como ocurre en las obras de Gené, y de otros autores que no conocen el verdadero drama social de estas personas, y piensan que solo utilizan la vestimenta del gaucho y que son seres brutos, subestimandolos y desdibujandolos de lo que en realidad representan para una sociedad que piensa en si misma. También hay emergencias médicas, hay hospitales lejanos, hay enfermedades, escuelas rurales a kilómetros, picadas de barro, inundaciones, y distintos problemas con que el campesino convive y conoce y con que la ciudad no tiene que lidiar, lo que en la dramaturgia rural debe haber, es este conocimiento de la realidad para poder escribirlo, dramatizarlo con prudencia para no distorsionar realidades que terminan siendo ficciones y desvirtuando lo que realmente le ocurre a la familia campesina, eso significa también de algún modo, trátalos como iguales, y no como seres especiales. Más la dramaturgia rural, debe ser un teatro de inclusión, que integre al campesino y no que lo aísle, o que lo margine que de esto, la sociedad Argentina a través de hechos históricos lamentables, sabe y bastante.
En Barranca Abajo no es que su personaje central “Don Zoilo” sea fatalista, pesimista, si no es que atraviesa una situación que otros campesinos lamentablemente tienen que pasar, como es la venta de un campo, su fuente de vida, aunque algunos hallan hecho una lectura equivocada, pensando que el personaje central de la obra le hecha la culpa a la mala suerte, cuando en verdad, demuestra ser humano que cuando pierde su fuente de vida, sus raíses es capaz de cualquier cosa, algo que Neglia piensa que por ello, el hombre de campo es trágico, a lo que agrego, que es humano ante todo.
En la dramaturgia rural, no es la lucha del hombre contra la naturaleza como he leído de algún teórico equivocado, si no es la lucha a favor de la naturaleza y en contra de los gobiernos que oprimen al pobre de la ciudad y de los ámbitos rurales. Esa lucha es igual, lo que cambia es el paisaje, esa exclusión es parecida, lo que difiere son las costumbres.

Fernando Zabala
Dramaturgo
Argentina

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